En lugar de por el nivel, pregúntate cuántas horas al día estáis “expuestos” al inglés.
Aquí radica el quid de la cuestión. Hay países europeos –Portugal, Holanda o Suecia, por ejemplo– donde los niños son prácticamente bilingües sin asistir a colegios bilingües. Y la clave de su bilingüismo radica única y exclusivamente en que los peques, desde muy bebés, pasan muchas horas expuestos al inglés porque sus series de dibujos animados favoritas se emiten en televisión en versión original (V.O). Desde prácticamente recién nacidos estos niños ven horas y horas de series y películas en inglés. Y aunque aparentemente no entiendan nada, van aprendiendo por imitación de sus personajes favoritos, de los que poco a poco copian expresiones, frases con buena estructura gramatical y ¡una pronunciación perfecta!
Lo importante, por tanto, es unir el aprendizaje del inglés a una actividad lúdica que al niño le entusiasme desde bien pequeñito, de manera que empiece a realizar la inmersión lingüística sin ser prácticamente consciente de ello. Shh… Sabemos que nos vas a contestar: que tú has intentado poner en práctica el ver los dibujos en V.O, pero el niño protesta y pide “en español”. No es solo tu niño, así responde la mayoría, porque el español es el idioma que menos esfuerzo de comprensión le requiere, al escucharlo todo el día. Y así llegamos a la siguiente conclusión: el inglés hay que aprenderlo practicándolo en familia.